Buenas tardes, guerreros.
Ahora ya si vengo a comentar el tema de mi pareja.
Al principio, le puso una dieta de culturista (mucho arroz, muchísima proteína y apenas nada de verdura, esto último porque a él no le gusta la verdura). La primera semana bajó, está claro, pero se le atragantaba la cena (tenía 400gr de pollo por la noche). No le cambió la dieta. La siguiente semana bajó menos y fue cuando le redujo el pollo de la noche. La tercera semana bajó otro poco. Le volvió a ajustar la dieta. La cuarta semana bajó un kilo. Nuevo ajuste de dieta. Y edta semana creo que no ha perdido ni un kilo. He perdido yo más que él. Está haciendo la dieta a rajatabla, también hace el entrenamiento bien. Al principio, le puso objeciones al entrenamiento porque no era capaz de terminarlo. Tarrako le dijo que era normal, que siguiera y, si quería, le ponía uno más flojo. El entrenamiento lo ha dejado como está, sólo le ha añadido esta semana pasada 15 minutos más de cardio, junto con la bajada en la comida. Está perdiendo a un ritmo tan lento, con tanto sacrificio, que no ve que merezca la pena. Le dices que está construyendo músculo y le da igual, ahora mismo solo quiere bajar de peso. Cuando llegue a un peso adecuado, con el que se sienta a gusto, ya de pondrá a construir. Ahora no quiere eso. Con Tarrako ha hablado varias veces y no suele hacerle demasiado caso, en sentido de que tampoco se explica la pérdida tan atenuada y no ha querido introducir más cambios. Es un poco frustrante. Yo no sé qué hacer con él. Le he intentado animar y no hay manera. Le he dado diferentes opciones y tampoco parecen gustarle. Es algo muy complicado. Cuando no ves reflejado el esfuerzo en números, la motivación se va diluyendo.
Yo soy de extremos: o blanco o negro, o todo o nada. Mi novio es también así. Yo sé que me cuesta un montón arrancarme, pero cuando empiezo, lo difícil es pararme. No quiero empezar con lo de las excusas y la pereza. Ayer, por esa pereza, acabamos dando un paseo en lugar de ir al gimnasio, como tendría que haber hecho. La disciplina no me asusta, todo lo contrario. Mi meta es ser disciplinada y constante, hacer las cosas porque es mi deber hacerlas y, además, me gusta. Las primeras semanas son las duras para mí por la falta de rutina, el cansancio y el gran cambio que suponen los nuevo hábitos. Después, ya va todo mucho mejor. Con todo el tema este, por primera vez en estas cinco semanas, he ido sola al gimnasio porque mi novio no quería ir. Estaba deprimido con el tema y ha pasado de todo. He intentado que viniera, pero no ha querido. Yo he ido, he hecho mi entrenamiento y me he vuelto a casa más contenta que unas pascuas, porque tengo muchos motivos para estar feliz. Al final, él ha ido ahora, después de comer, porque, aunque la motivación no esté ayudando, ha tirado de fuerza de voluntad para seguir, porque no quiere dejarse de nuevo ahora que ha conseguido volver al camino. El problema, como digo, es esa falta de resultados. Están ahí en forma de fuerza y músculo, pero él no lo ve así y no se puede hacer gran cosa al respecto.
Bueno, después del par de párrafos que os he puesto, os voy a resumir el día. He ido al gimnasio a hacer mi día de piernas y mi cardio, como todos los martes. He vuelto a casa, he hecho la cama, fregado los platos y he comido la media mañana antes de irme a la otra punta a devolver los libros a la biblioteca. Como soy así de inquieta, me he pasado por el primark, que me pilla de camino a la biblio. Me he comprado unas zapatillas para estar por casa, que ya se me estaban cociendo los pies con las de invierno, y una salida doble de auriculares para los viajes en tren de las vacaciones, que no queda tanto para que llegue agosto, jaja. Me quería comprar otras zapatillas, tipo converse, pero bajas en la parte del tobillo, pero no no ha habido manera. Unas no me gustaban, las que me gustaban no había mi número y las otras que me gustaban eran más caras. Al final me he venido sin ellas. También quería comprarme una camiseta con el símbolo de WonderWoman, pero cuando la he visto en la tienda (se la vi a una chica de Instagram) no me ha gustado la forma que tenía y tampoco me la he comprado. Ha sido un poco desastroso... Después de comprar en el Primark, he tirado para la biblioteca, he devuelto los libros y he sacado los nuevos. Tenía dudas de si encontraría uno, pero he tenido suerte y me he podido traer los tres que iba buscando. A la vuelta, me he pasado por el Lidl y he comprado rúcula, canónigos, pechuga de pavo, pan para el nene y un té Arizona para mí (el
té verde con miel, para la comida trampa, es que adoro la botella, es una monada). Venía tan tranquila cuando he cruzado la calle para ponerme a la sombra y justo he pasado por una pastelería que tenían panteras rosa artesanas y no he podido evitarlo, le he comprado una al nene. Ahí la tiene, en la nevera, que está pensando si comérsela ahora, dejarla para la comida trampa o adelantar la comida trampa. Sé que no he hecho bien, pero sé que le gusta y hacía mucho que no las veía por ninguna parte y tenía que aprovechar. Ojo, y le he comprado una, que casi le compro las tres que había en el mostrador... He llegado a casa, muerta de cansancio, he colocado la compra y me he puesto a hacer la comida (eran ya pasadas las 13.30). He comido, he visto un rato las noticias y me he puesto a fregar los platos. Y no hay mucho más que contar. Ahora me pondré a leer. Tengo tres libros para escoger: Cien años de soledad (de García Márquez), La ciudad y los perros (de Vargas Llosa) y Manual de infractores (de Caballero Bonald). No me apetece leer ninguno de los tres, pero habrá que hacer un esfuerzo. Veremos cómo sale la cosa, jaja. Os dejo el menú, que ya tengo planeada la cena.