La mañana amaneció tranquila, con un sol radiante entrando por la ventana y el suave viento meciendo las hojas del árbol que veía por la ventana. Me llamó la atención una de esas hojas que parecía moverse de forma contraria a lo que el céfiro le marcaba, una hoja que parecía tener vida propia y en la que descubrí dos pequeñas manos que usaban la hoja para aferrarse y esconder un diminuto cuerpo que se balanceaba, ignorante de que había sido descubierto. No recuerdo cuanto tiempo estuve mirando aquella hoja con el ser diminuto en su interior, solo sabia que no podía dejar de mirarla, era como si una fuerza extraordinaria me empujara hacerlo, como si por ese espacio de tiempo mi cerebro hubiera estado desconectado del resto de mi cuerpo...y así me encontró mi compañero de piso.
- ¿Estás bien, Melissa? - me preguntó mi compañero cuando me consiguió sacar del ensimismamiento.
Cuando me giré, me encontré con sus ya familiares ojos color miel, obsevándome con una mezcla de desconcierto y preocupación.
-Sí, estoy bien.- acerté a articular mientras me apoyaba en su brazo para levantarme.
-¿Has comido algo? - me dijo.
- ¿Qué hora es, Héctor? Has llegado muy temprano, ¿no? ¿O es que por fin has dejado ese trabajo tan poco gratificante tuyo?
- En primer lugar, querida Melissa, el hecho de que me dedique a resolver los problemas financieros de otros, entre los que estás incliuda tú, es muy estimulante y gratificante.
- Lo que tú digas, amor.
- Y en segundo lugar, querida Melissa, no sé que habrás estado haciendo a lo largo del día que no te ha dado tiempo a mirar la hora... pero, para tu información, son las cuatro de la tarde.
No podía creer lo que oía... Había pasado toda la mañana allí sentada, mirando a aquel extraño ser en la hoja del árbol... Mi cabeza empezó a dar vueltas. Tenia miles de preguntas, miles de inquietudes...
- Basta de tonterías, Melissa. ¿Qué te metiste cuando me fui? ¿Heroína, coca, meta, LSD? Sea lo que fuere, te está dejando hecha una mierda. Ya ni siquiera te das cuenta de que el tiempo pasa. Tienes un problema. Bueno, los dos tenemos un problema y vamos a solucionarlo ya. - gritó Héctor zarandeándome y cogiéndome del brazo.